martes, 13 de diciembre de 2011

La suerte

Al abrir el cajón y volver a sentir ese maldito olor golpeándole en la cara tomó la que sabía que era la decisión definitiva. Un nuevo punto de partida, un momento histórico en el que poner el contador de días, meses y años a cero. Le inspiró aquella foto borrosa y mal enfocada. Un escarabajo de colores metálicos aplastado en medio de la carretera. No se distinguía muy bien de qué se trataba, pero le obligó a pararse y reflexionar acerca de la memoria. Lo más probable es que aquel pobre insecto hubiera pasado ya más veces por la misma tesitura. La de estar a punto de morir debajo de un montón de caucho sin piedad sobre el que se erigen dos toneladas de materia insensible y preocupada no por llegar antes, sino por llegar ya a su destino. Pero ese momento de lucidez quedaría eclipsado la próxima vez que viese acercarse al camión. Esa vez no sería capaz de moverse. Se le habían borrado de la memoria las últimas veces es las que estuvo a punto de morir debajo de una rueda. Se le había olvidado que no inmutarse tendría como resultado su propia muerte. Esa asociación entre vida y muerte del escarabajo se la había creado ella en su mente. Obviamente, no podría saber lo que había pasado por la mente del insecto. Ni siquiera sabía si tenía la capacidad de pensar o de usar algún tipo de raciocinio. Este símil entre la vida y muerte del escarabajo y la suya propia le hicieron tomar la decisión definitiva. Ella no quería morir, eso era obvio. Lo que quería era borrar de su memoria lo mismo que el escarabajo. El pasado. Al insecto le había llevado a la muerte. A ella le había llevado a poder volver a vivir de verdad. A ser ella misma y a preocuparse por lo realmente importante. Ya no dejaría en el aire cosas que tendría que decidir ella misma. Desde hoy nada quedará en manos del azar. La suerte no es una opción.