De
nuevo, calibró mal el movimiento y la taza rebotó en el suelo antes de romperse
en mil pedazos. Debe de ser la persona con peor suerte del mundo en los
quehaceres cotidianos. Un hormigueo casi constante en las manos que hace
que, ante el más mínimo sobresalto, lo que porten en ese momento acabe
inexorablemente en el suelo. Unos lo llaman falta de atención, otros,
simplemente mala suerte. Ese día el objeto fue un montón de loza de poco valor,
la cosa no había sido tan desastrosa. A partir de ese momento, sentada sobre la
encimera de la cocina, se preguntó sobre si misma. Sobre sus virtudes y
defectos. Sobre lo que aparcar definitivamente y lo que recuperar de algún
esquivo rincón de su memoria. Retener lo
bueno y romper lo malo como esa maldita taza traicionera. Esa iba a ser su
filosofía de vida desde ese momento.
En
primer lugar, tenemos a una chica con un
pelo que no atiende a razones. Como un animal salvaje que, por mucho que
lo mime y lo intente domar, nunca doblegará su alma y le hará caso. De
altura, pues lo justo para llegar al último estante de la cocina (y romper otra
pieza de la vajilla, claro está). Por fuera, poco más se ve. Básicamente lo
mismo que todo el mundo, con la salvedad de unos dedos que parecen recién
untados con alguna suerte de loción de vinagre, decapante y ortigas. Claro que
también pueden ser una señal de otra marca de fábrica. Si una persona con la
que tiene trato diario aparece una mañana con el gesto cambiando lo primero que
se le vendrá a la cabeza es que ha hecho, dicho u omitido algo que le ha
molestado. No piensa primero en causas ajenas, no. El origen de ese malestar
es ella. Y, realmente esto es un problema. Claro que, a veces, su olfato acierta
y tiene que pedir disculpas. Como disculpas ha tenido que pedir por no ser
capaz de dejar un animal moribundo en la calle. Hay algo, ya sean sus gritos,
sus ojos suplicantes o alguna extraña voz interior que le empuja a actuar. Una
mochila, una caja de cartón, cualquier cosa sirve para llevar a un nuevo amigo.
Así que en algunas otras cosas (que podrían ser más) si visualiza algo que se
puede conseguir lo intenta. Claro que a veces ni siquiera se sitúo en la línea
de salida. No comienza la carrera. Pero eso depende del día, de la época del
año, de la voz interior que en ese momento habite su mente. Puede ser en
cuestión de horas. No habla de saltar de negro a blanco, pero sí de moverse a
lo largo y ancho de una amplia gama de grises en muy poco tiempo. Lo bueno es
que casi siempre acaba por encontrar el tono definitivo. Esto del humor es
complicado, sube y baja caprichoso y no siempre se le recibe con las puertas
abiertas. ¿Cuántas veces se habrá precipitado en hacer algún comentario que
luego le rebota en la cara como una broma pesada y desafortunada? Seguramente
tantas como objetos han dejado de ser útiles tras pasar por sus manos. Puede
parecer una exageración pero, al igual que muchas veces cometemos un error tras
otro sin darnos tiempo a rectificar, ella ha sido capaz de dejar sin comida y sin
platos a tres hambrientos comensales. Por algo será eso de que las desgracias
nunca vienen solas. Lo bueno es que muchas veces de quien vienen acompañadas es
de una virtud. Y como no todo van a ser lamentaciones, también tiene que añadir que
en pocas situaciones ha llegado al fondo de ese vaso de agua que siempre
amenaza con ahogarnos. Suele saber echar mano del flotador a tiempo, aunque a
veces se lo hayan tenido que lanzar desde la orilla. Pero la cuestión es que lo
ha cogido y, en esas ocasiones, ha vuelto a donde siempre había debido estar.
Puede que poco después, alguna extraña corriente marina le intente arrastrar a
una de esas espirales que sabe de antemano que la engullirán sin piedad. Pero
siempre intenta tener un salvavidas a mano. Aunque, con la mala suerte que
tiene, seguro que lo pincha antes de poder alcanzar la orilla.
Qué bueno Helia..no sabia que tenias este blog. Cuentas muy buenas historias. Mola!!
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