miércoles, 8 de febrero de 2012

Suelos resbaladizos


De nuevo, calibró mal el movimiento y la taza rebotó en el suelo antes de romperse en mil pedazos. Debe de ser la persona con peor suerte del mundo en los quehaceres cotidianos. Un hormigueo casi constante en las manos que hace que, ante el más mínimo sobresalto, lo que porten en ese momento acabe inexorablemente en el suelo. Unos lo llaman falta de atención, otros, simplemente mala suerte. Ese día el objeto fue un montón de loza de poco valor, la cosa no había sido tan desastrosa. A partir de ese momento, sentada sobre la encimera de la cocina, se preguntó sobre si misma. Sobre sus virtudes y defectos. Sobre lo que aparcar definitivamente y lo que recuperar de algún esquivo rincón de su memoria. Retener lo bueno y romper lo malo como esa maldita taza traicionera. Esa iba a ser su filosofía de vida desde ese momento.

En primer lugar, tenemos a una chica con un  pelo que no atiende a razones. Como un animal salvaje que, por mucho que lo mime y lo intente domar, nunca doblegará su alma y le hará caso. De altura, pues lo justo para llegar al último estante de la cocina (y romper otra pieza de la vajilla, claro está). Por fuera, poco más se ve. Básicamente lo mismo que todo el mundo, con la salvedad de unos dedos que parecen recién untados con alguna suerte de loción de vinagre, decapante y ortigas. Claro que también pueden ser una señal de otra marca de fábrica. Si una persona con la que tiene trato diario aparece una mañana con el gesto cambiando lo primero que se le vendrá a la cabeza es que ha hecho, dicho u omitido algo que le ha molestado. No piensa primero en causas ajenas, no. El origen de ese malestar es ella. Y, realmente esto es un problema. Claro que, a veces, su olfato acierta y tiene que pedir disculpas. Como disculpas ha tenido que pedir por no ser capaz de dejar un animal moribundo en la calle. Hay algo, ya sean sus gritos, sus ojos suplicantes o alguna extraña voz interior que le empuja a actuar. Una mochila, una caja de cartón, cualquier cosa sirve para llevar a un nuevo amigo. Así que en algunas otras cosas (que podrían ser más) si visualiza algo que se puede conseguir lo intenta. Claro que a veces ni siquiera se sitúo en la línea de salida. No comienza la carrera. Pero eso depende del día, de la época del año, de la voz interior que en ese momento habite su mente. Puede ser en cuestión de horas. No habla de saltar de negro a blanco, pero sí de moverse a lo largo y ancho de una amplia gama de grises en muy poco tiempo. Lo bueno es que casi siempre acaba por encontrar el tono definitivo. Esto del humor es complicado, sube y baja caprichoso y no siempre se le recibe con las puertas abiertas. ¿Cuántas veces se habrá precipitado en hacer algún comentario que luego le rebota en la cara como una broma pesada y desafortunada? Seguramente tantas como objetos han dejado de ser útiles tras pasar por sus manos. Puede parecer una exageración pero, al igual que muchas veces cometemos un error tras otro sin darnos tiempo a rectificar, ella ha sido capaz de dejar sin comida y sin platos a tres hambrientos comensales. Por algo será eso de que las desgracias nunca vienen solas. Lo bueno es que muchas veces de quien vienen acompañadas es de una virtud. Y como no todo van a ser lamentaciones, también tiene que añadir que en pocas situaciones ha llegado al fondo de ese vaso de agua que siempre amenaza con ahogarnos. Suele saber echar mano del flotador a tiempo, aunque a veces se lo hayan tenido que lanzar desde la orilla. Pero la cuestión es que lo ha cogido y, en esas ocasiones, ha vuelto a donde siempre había debido estar. Puede que poco después, alguna extraña corriente marina le intente arrastrar a una de esas espirales que sabe de antemano que la engullirán sin piedad. Pero siempre intenta tener un salvavidas a mano. Aunque, con la mala suerte que tiene, seguro que lo pincha antes de poder alcanzar la orilla.

1 comentario:

  1. Qué bueno Helia..no sabia que tenias este blog. Cuentas muy buenas historias. Mola!!

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