miércoles, 15 de junio de 2011

Ensayo de un comienzo

Desde hace tiempo, aspiro a ser capaz de escribir más de tres páginas seguidas. Aspiro a crear unos personajes coherentes que adquieran fuerza y personalidad en la mente de ese hipotético lector. Todo, tras haber convivido con los personajes de esas historias que siempre me han animado a escribir. Después de leer otro brillante relato inédito que alguien te recomienda para que luego tú hagas lo propio, dando comienzo así a una cadena que nada tiene que ver con el éxito efímero de los best seller. Siempre con papel a mano para que ninguna idea, por difusa que sea, se escape y no regrese para quedar reflejada en un papel, para entrar a formar parte de una pieza con un comienzo, con una trama, con una mínima fuerza para que alguien pueda decir, “vaya, que corto se me ha hecho este ratito”.  Bueno, pues entre tantas idas y venidas, entre tantas ideas que parecen querer florecer y que al final se quedan en nada, entre tantas hojas garabateadas... Entre todo esto, no había caído en que muchas veces esos personajes que buscamos están ahí.  En la televisión, en las portadas de los periódicos, en la calle... Muchas veces, hasta no tendríamos que devanarnos los sesos para conseguir una trama en la que haya dos bandosenfrentados, los amarillos contra los blancos. Los del este contra los del oeste. Unos pocos contra otros pocos, o muchos, quién sabe. Unos cuantos seres enfurecidos contra otros a los que ansían quemar en la hoguera porque les resultan “incómodos”. Y que bien podrían convertirse en protagonistas de un cuento de batallas y venganzas. De puñaladas y envidias. De intereses y manipulación. ¿Puede un grupo de poder ejercer tanto poder sobre un colectivo como para imponerle determinado punto de vista? Esta es una de las cuestiones sobre las que me gustaría reflexionar aquí, en este espacio que, por ahora, no es más que una explanada en blanco. En nuestra mano está, en la de los ciudadanos responsables, el no caer en el burdo juego de las descalificaciones y las alienaciones baratas. Debemos informarnos desde la honestidad y la objetividad y, si flaqueamos, por favor, apaguemos la televisión.

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